“Cavidad subterránea más o menos extensa, natural o construida artificialmente. Cueva exógena: la que es poco profunda y no penetra en el subsuelo, sino que, a manera de un nicho, puede servir de refugio o abrigo natural. La cueva endógena: la que es profunda y penetra en el subsuelo, y está compuesta de pasajes y cámaras subterráneas” (Gendrop, Paul, Diccionario de Arquitectura Mesoamericana, 1997, Trillas, México, p. 68)
En Mesoamérica se le representaba con la imagen de un ser semejante a un reptil o un jaguar visto de perfil o de frente con las fauces abiertas mostrando sus dientes y colmillos. Generalmente la parte exterior de la cueva es de color verde y el borde de la cueva es amarillo ó rojo y amarillo.
Se les consideraba sitios sagrados ya que eran lugares “donde surgía la vida, en donde moraban los astros, se realizaban las ceremonias de investidura de poder y donde los sacerdotes renovaban su energía” (Herrera, Carmen et all, Selección de elementos gráficos” en Diario de Campo, Suplemento no. 35, agosto 2005, INAH, México, p. 75)