Habla el padre Sahagún de las hormigas de la siguiente manera: “Hay muchas maneras de hormigas en esta tierra, grandecillas, muerden y son ponzoñosas; no matan, pero dan pena.
Hay otras hormigas que son mayorcitas que las ya dichas, muerden más que las ya dichas, la ponzoña sube hacia las ingles y a los sobacos.
Hay otras hormigas que son más bermejas que las ya dichas; no hacen cuevas, ni viven juntas, sino andan solas, llámanlas hormigas solitarias.
Hay otra manera de hormigas que se crían en los árboles, que muerden y son ponzoñosas.
Hay otras hormigas que se llaman cuitlaázcatl; de éstas unas son pardas y otras blanquecinas, y otras amarillas oscuras, huelen mal, críanse en los muladares y en las raíces de los magueyes; pican y escuece su picadura, muchas de éstas andan a bandas.
Hay otras hormigas que se crían en tierras frías; son pequeñuelas, son negras y muerden, y sus huevos son blancos; en algunas partes las comen, y por eso las llaman azcamolli.
Hay otras hormigas que son casi semejantes a las de arriba, dichas; críanse en lugares húmedos, y donde hay cosas de comer. […]
Hay otras hormigas que se crían en las tierras calientes y destruyen los árboles y cuanto hay; andan en escuadrones, como gente de guerra, son grandes destruidoras.
Hay otras hormigas que llaman nequázcatl , que quiere decir hormigas de miel; críanse debajo de tierra, y traen en la cola una vejiguita redonda, llena de miel; esta trasparente esta vejiguita como una cuenta de ámbar; es muy buena esta miel, y cómenla como la miel de abeja” (Sahagún, Bernardino, op. cit., 1975, México, Ed. Porrúa, Lib. XI, Cap. II, p. 656).