Bernal Díaz del castillo describe con detalle cada producto que había en la gran Plaza de Tlatelolco, en particular la loza; se sorprende ante la variedad expuesta en el tianguis, desde tinajas grandes hasta jarillos chicos. Al respecto, Sahagún señala que el ollero era “robusto, ligero y buen conocedor del barro, sabe y piensa muy bien el modo y la forma de hacer ollas de cualquiera suerte que quisiere”.
El esmero en el trabajo de la loza puede apreciarse en las numerosas piezas encontradas en las excavaciones arqueológicas, algunas de uso ceremonial y otras de empleo cotidiano. En los códices aparecen recipientes para maíz, chía, huautli, pulque, tamales.
Llama la atención que ni en la Matrícula de Tributos ni en el Códice Mendocino aparece registrado tributo en loza a Tenochtitlan. Es posible que hayan existido otros registros donde se anotaban los productos de consumo cotidiano.
Las descripciones del palacio de Moctezuma mencionan que los platos y todo el servicio de vasijas “era de barro muy bueno”. Sabemos además que se había llevado a Tenochtitlan a un grupo de alfareros mixtecos para que elaborasen vajillas de uso exclusivo del gobernante. (Mohar, Manos Artesanas, 1997, pp. 67-70).