Es evidente el papel de de los artesanos de la construcción en el fortalecimiento del poderío y de la vida urbana mexica, cuya cada vez mayor sofisticación los hacía indispensables en la ampliación y decoración de palacios y templos. Entre ellos destacan los carpinteros, canteros albañiles, entalladores y pintores.
Un buen carpintero debía saber medir y compasar la madera con nivel, y labrarla con la juntera para que fuese derecha. Debía asimismo saber cepillar, emparejar, entarugar, encajar unas tablas con otras y poner las vigas en concierto sobre las paredes. Todo esto lo hacía diestro en su oficio (Sahagún, 1969).
La provincia de Quahuacan, en el actual estado de México, era una de las regiones proveedoras de madera; se enviaba a Tenochtitlan en forma de vigas, tablones, leña. La Matrícula de Tributos anota la obligación de tributar 1,200 cargas de cada tipo.
Las vigas seguramente estaban destinadas a la construcción de techos de las casas de nobles. Las anotaciones de la Matrícula especifica que se trataban de yetzontec pantli huepantli, o sea vigas grandes, especiales para labrar. Otro tipo de madera utilizada en los recintos de los nobles era entregada en forma de pilares, lo que implica el trabajo previo de corte y limpieza. Una última variedad eran los tablones para cimientos, que seguramente estaban hechos de un tipo de madera especial para las condiciones de construcción de la isla.
Es oportuno asentar aquí parte de la descripción de la casa y palacios de Moctezuma: “Los enmaderamientos eran de cedros blancos y de palmas, que es madera tan dura como hueso, de cipreses y pinos y otras muy buenas y excelentes maderas y todas estas maderas muy bien labradas y entalladas” (Torquemada, 1969)
Los albañiles participaban tanto en la construcción de obras públicas como en las casas particulares. En pueblos como Chimalhuacan, Coatepec y Tepetlaoztoc había grupos de albañiles profesionales que ofrecían sus servicios, incluso en la Colonia. Es posible que hubiese una especialización en esta actividad en varios pueblos del centro de México, ya que así se reporta para Texcoco y Tacubaya, entre otros; los albañiles de Coyoacan eran reconocidos por su trabajo de alta calidad.
Al parecer, eran principalmente los templos, palacios de la nobleza, y edificios públicos los que se pintaban. Cada mural correspondía temáticamente a la función del edificio en cuestión; dominaban en el caso del altiplano mexicano los temas míticos, históricos y bélicos. Muchas de las viviendas del pueblo común estaban encaladas, pero no hay evidencia de que contaran con pintura mural. (Mohar, Manos Artesanas, 1997, pp. 80-84).
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