El padre Sahagún al referirse a las lluvias señala que “las nubes y las pluvias atribuíanlas estos naturales a un dios que llamaban Tlalocan tecutli, el cual tenía muchos otros debajo de su dominio a los cuales llamaban Tlaloque y Tlamacazque.
Éstos pensaban que criaban todas las cosas necesarias para el cuerpo, como maíz y frijoles, etc., y que ellos enviaban las pluvias para que naciesen todas las cosas que se crían en la tierra; y cuando hacían fiesta a este dios y a sus sujetos, antes de la fiesta ayunaban cuatro días aquellos que llaman tlamacazque, los cuales moraban en la casa del templo que se llamaba Calmecac; […] Estos dioses decían que hacían las nubes y las lluvias, y el granizo y la nieve, y los truenos y los relámpagos y los rayos.
El arco del cielo es a manera de arco de cantería; tiene apariencia de diversos colores /y) cuando aparece es señal de serenidad. Y cuando el arco del cielo se pone sobre algún maguey decían que le haría secar o marchitar, y también decían que cuando espesas a veces aparece el arco del cielo, es señal que ya quieren cesar las aguas” (Sahagún, op. cit., 1975, Lib. VII, Cap. VI, p. 436).