Conseguir la materia prima de la que requerían los trabajadores de la pluma, o amanteca, implicaba la organización de otro grupo, encargado de reunir plumas de diferentes colores, tamaños y calidades. Existía un cuidadoso control de las aves, ya que la necesidad de recolectar su plumaje obligaba a protegerlas del exterminio: “y en todas estas aves les pelaban las plumas en tiempos que para ello era convenible y tornaban a pelechar”. (Díaz del Castillo, 1969).
En los registros de tributos, las plumas de quetzal y de diversos colores destacan como provenientes de diferentes lugares y en grandes cantidades. De Tuxtepec y Soconusco llegaban más de 16,000 manojos de plumas verdes, amarillas, rojas y azules. De las provincias tributarias de Coayxtlahuaca, Tlaxiaco, Soconusco y Tuxtepec se enviaban a Tenochtitlan más de 1,500 plumas de quetzal.
Las fuentes escritas mencionan diferentes rangos dentro del grupo de los amantecas, donde se distinguen los calla amanteca, que trabajaban de manera independiente y vendían sus productos en el mercado, y los calpixcan amanteca y tecpan amanteca, cuya actividad estaba dedicada exclusivamente a la nobleza y al tlahtoani.
“La cosa más de ver es la volatería que viene al mercado: ca, allende que destas aves comen la carne, visten la pluma, y cazan a otras en ellas, son tantas, que no tienen número, y de tantas raleas y colores, que no lo sé decir; mansas, bravas, de rapiña, de aire, de agua, de tierra. Lo más lindo de la plaza es las obras de oro y pluma, de que contrahacen cualquier cosa y color. Y son los indios tan oficiales de esto, que hacen de plumas una mariposa, un animal, un árbol, una rosa, als flores, las yerbas y peñas, tan propio que parece lo mismo que o está vivo o natural […] y en fin, no la dejan de las manos hasta ponerla en toda perfección”. (López de Gómara, en Rojas, J. L., 1986).
Las herramientas de los trabajadores de la pluma eran de gran sencillez. Los amantecas sólo usaban navajas de obsidiana a las que se le añadía un madero de sabino, paletillas de metal, cuchillos, plegaderas, pinceles, cazoletas para pintura y cortadores de palo.
El auge de la plumería fina se inició en tiempos de Moctezuma. Bajo su gobierno, la llegada de plumas finas propiciada por la conquista de nuevos tributarios en el Sureste de México modificó el atuendo de la nobleza y los atavíos de los guerreros y funcionarios de alto rango […] Antes, los trabajos de los amantecas se realizaban con plumas sencillas: de garza, de pájaro negro, de pájaro blanco y de pato. Las plumas de quetzal sustituyeron a las de garza y ánade para manufacturar el axtaxelli, insignia que ondulaba en el lugar del canto. (Mohar, Manos Artesanas, 1997, pp. 87-111).
En este caso se refiere a una pluma del flamenco