Asociados al ritual y a la vida ceremonial, otros productos como el papel eran necesarios para el buen desarrollo de las actividades de la vida religiosa y para la administración de la sociedad mexica. El papel constituía una de las ofrendas que, bañadas con hule, se encontraban en los templos de la ciudad.
Era común que en la celebración de las fiestas los sacerdotes usaran “guirnaldas” de papel. Por ejemplo, para sacrificarlas en la fiesta de Tepeilhuitl vestían a cuatro mujeres con ropas de este material goteadas con hule. En esta ceremonia hacían imágenes en honor de los montes, que cubrían también con papel. Concluida la ceremonia, se comían las imágenes de los cerros y los papeles eran colgados y conservados como algo sagrado. En la fiesta de Tlacaxipehualiztli “las ofrendas de este día eran de papel, hule, copal, los cuales alzaban los sacerdotes. A los ídolos vestíanlos con aquel papel” (Durán, 1976).
El papel amate era uno de los soportes más importantes para la elaboración de libros. Junto a otros productos se menciona en las descripciones del mercado “Para qué gasto yo tantas palabras de lo que vendían en aquella gran plaza, porque es para no acabar tan presto por menudo todas las cosas, sino que papel, que en esta tierra llaman amal. El tlahtoani mexica exigía como tributo a las provincias de Cuauhnahuac y Huaxtepec la entrega de 16,000 pliegos de amate.
Los documentos coloniales describen al amaquahuitl, ó árbol del papel, de la siguiente manera: Es un árbol grande con hojas como de cidro, con flor y fruto blanco dispuestos en corimbos, de sabor y olor casi nulos y de naturaleza fría y seca. Nace en los montes de Tepoztlan, donde con frecuencia se mira hormiguear una multitud de obreros que fabrican de este árbol un papel no muy a propósito para escribir o trazar líneas, aunque no se corre en él la tinta, pero propio para envolturas y muy adecuado y útil entre estos indios occidentales para celebrar las fiestas de los dioses, confeccionar las vestiduras sagradas, y para adornos funerarios.
Es muy poco lo que sabemos en relación con los artesanos del papel. Suponemos que vivían también en barrios especiales, ya que su actividad así lo requeriría. Realizaban su trabajo de la siguiente manera: Se cortan sólo las ramas gruesas de los árboles, dejando los renuevos; se maceran con agua, y se dejan remojar durante la noche en los arroyos o ríos. Al día siguiente se les arranca la corteza y, después de limpiarla de la cutícula exterior, se extiende a golpes con una piedra plana pero surcada de algunas estrías, y que se sujeta con una vara de mimbre sin pulir doblada en círculo a manera de mango. Cede aquella madera flexible; se corta luego en trozos que, golpeados de nuevo con otra piedra más plana, se unen fácilmente entre sí y se alisan; se dividen por último en hojas de dos palmos de largo y palmo y medio aproximadamente de ancho (Hernández, 1959).
La elaboración de papel requería de adiestramiento, tanto en la selección de materia prima, como en el aplanamiento de la fibra y en su preparación como base de colores y tintas. (Mohar, Manos Artesanas, 1997, pp. 115-118)